Sobre la insoportable levedad del ser un amante de los museos.
Ante algunas de las reacciones suscitadas por una de mis últimas frases en la actualización anterior, he decidido aclarar mis argumentos en contra de la democratización del arte, esto es, en contra de la masificación de la cultura.
1. El arte no pertenece al pueblo, sino al creador y a quien sabe apreciarlo. El patrimonio, en cambio, sí pertenece a todos, pero en un sentido puramente material. El ARTE, en cambio, es la expresión suprema del alma, y como tal, debe ser entendido con el espíritu.
2. Si el arte no pertenece al pueblo, ¿Por qué el pueblo quiere acceder al arte?
3. Acaso ¿No actúa el pueblo movido por oscuras motivaciones como las modas o los efectos secundarios de los medios de comunicación?
4. Si el arte no gusta al pueblo, si no disfrutan, si no viven el arte, si van a un museo por ir, si van por cumplir, si van porque su vecino ha ido y ellos no, si van porque ha salido ocho veces en las noticias ¿Por qué no se buscan otro entretenimiento? ¿No tienen suficiente con el fútbol?
5. La masa no tiene espíritu. El espíritu es, a mi modo de ver, sólo posible en la individualidad. Por tanto, no hay cabida para la masificación en una institución cultural como un museo, donde el espacio está concebido para que el observador mantenga una relación individual con cada obra. Esto no es así en el teatro, la ópera o la música, donde el espacio fue concebido para una manifestación colectiva.
6. La experiencia artística requiere de silencio, introspección, tiempo, ambiente relajado y aire limpio. Una sala de un museo donde uno no puede encontrar estos aspectos, no es válida. Pero no lo es por culpa de la sala, sino por culpa de la masa.
7. Defiendo a quienes acuden al museo para disfrutar, para sentir, para acceder a la belleza desde el conocimiento, desde el espíritu. Para ello, es necesario formarse antes. No es preciso haber estudiado arte, sino haber cultivado la sensibilidad en el campo que sea. Esa es la vía para acceder correctamente a un museo, y puedo certificar que el 80% de la gente que acude al Prado (por poner un ejemplo) cada día, no cumple con este requisito. En mis visitas a diferentes museos, he tenido la oportunidad de escuchar frases como:
—–«Vamos, tía, que me van a cerrar Bershka». (En la exposición de Vermeer del Museo del Prado).
—–«Qué señora más fea, si parece una mona… Y el niño ese ahí tirao…» (Ante la Natividad de Van der Weyden del Museo del Prado).
—–«Vamos a aquel cuadro, que tiene más chuminadillas de esas…» (ante la Anunciación de Jan Van Eyck del Museo Thyssen).
Y esto es sólo por poner tres ejemplos de los miles y miles que he escuchado a lo largo de años de ver exposiciones y museos. ¿Quién me puede decir por qué esta gente acude a un museo si no les interesa nada de lo que allí se muestra? ¿Acuden acaso porque les produce algún placer hacer mofas de algo que fue creado por el alma inmortal de un genio? Si desprecian el arte, ¿Por qué van a un museo?
8. Desde pequeño me enseñaron que mi libertad terminaba donde empezaba la de mi vecino. Por eso, considero que si en un sitio molesto, o si no debo estar por algún motivo, no voy, o me marcho. No me empeño en atestar un templo de la cultura para ver si se me pega algo. Primero tengo que hacer un duro trabajo conmigo mismo si no estoy preparado para ello.
9. Hablando de educación, esto es algo que en España no abunda demasiado. Quizá esto no facilita las cosas para quienes amamos los museos. Sé a ciencia cierta que en otras capitales europeas también hay museos que gozan de gran éxito mediático, y suelen estar llenos. Y con todo, uno puede hacerse su hueco y aprovechar la visita. En este país no se respetan las normas mínimas de cortesía ni de educación en un espacio público. El ruido invade las salas (sólo hay que ir a la galería central del Museo del Prado para percibir el ensordecedor murmullo procedente de miles de zafias bocas). Del mismo modo, falta el sentido común, que es lo que conduce a la gente ignorante a un museo. En otros países de Europa, es raro encontrar un museo masificado. He visitado la Tate Gallery, la Tate Modern, la National Gallery, el British Museum, el Ashmolean Museum, La National Gallery de Escocia, el Victoria and Albert Museum, el Louvre, la Orangerie, el Musée Picasso, el Rijks Museum, el Mauristhuis de La Haya, el Pergamon Museum, las Gemäldegalerien de Berlín, Dresde, Múnich, Stuttgart, etc, etc… Los grandes museos de Italia… y tantos y tantos miles de galerías públicas, privadas y museos estatales… y sólo unos cuantos, víctimas del turismo, son objeto de deseo de las masas sudorosas.
*Al respecto, la foto es de la kilométrica cola de los Museos Vaticanos. ¿A cuánta gente le interesa lo que se muestra dentro de ellos? ¿Cuántos van por pura obligación? ¿Sirve de algo llegar a la capilla Sixtina en medio de un remolino de gentes descontroladas, que gritan, se sientan, hieden, disparan flashes causando un daño irreparable a las pinturas…
Es un crimen permitir que esto pase con el arte. Es una cuestión de responsabilidad, pero no de las instituciones, sino de la propia población no cultivada, que debe darse cuenta de que el museo no es su sitio. Para ellos ya existen otras distracciones.
10. Olvidamos que el museo también es un centro de trabajo e investigación. No sólo lo es para quienes trabajan a puerta cerrada (que por cierto, sólo cuentan con un día a la semana), sino también para quienes acuden al museo dentro de su horario. Para mí, cada visita a un museo es una investigación, porque me ayuda a forjar en mi cabeza datos precisos sobre épocas, autores, objetos, estéticas… además de producirme un enorme placer interior, incomparable con cualquier otro y absolutamente propio y personal.
Podría seguir así, durante horas. No me faltan argumentos. Y conste que digo esto porque sé que los que me leen no están dentro de la masa. Todos vosotros habéis tenido la oportunidad de cultivar un campo diferente de vuestra sensibilidad, sea el cine, la música, el arte, la literatura, la poesía, la fotografía, el teatro…
Por todo esto: ¡NO A LA DEMOCRATIZACIÓN DEL ARTE!
Firmado: Un misántropo dentro de un museo.
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